martes, 1 de abril de 2014

La Entrevista (II Parte)


Ven de Roberto García. Capítulo 1. La Entrevista II parte


    Acababa de vomitar. El reflejo del espejo del aseo, le devolvía una imagen deplorable. No se preguntaba ni cuestionaba nada de lo ocurrido cinco minutos atrás. Sabía que no debía atormentarse, ya estaba hecho.

_ ¡Hola!_ la voz de David hizo que aterrizase de nuevo en MUY & TRE.
_ ¡Qué pinta tienes!_ le sonrió condescendiente y de un salto se sentó en el poyete de mármol del lavamanos. Cerca suyo pero manteniendo las distancias._ Todos hemos pasado por lo mismo o parecido, _ rectificó al ver como sus ojos enrojecidos se clavaban en los suyos a través del espejo._ Del Monte no es tan mal tío_ respondió bajando la mirada._ Siempre está cuando lo necesitas. ¡Ya lo irás viendo!_ Lo excusó planchándose con las manos una arruga inexistente del pantalón._ ¡Es un buen tipo!_ Sentenció con la vista perdida en el suelo.
_ ¡Es un buen proxeneta! ¡Eso es lo que es!_ Con rabia apartó la vista del espejo. Su imagen le asqueaba.
_Nadie te obligó._ Le contestó buscando su mirada._ Pudiste irte.
_ ¿Os prostituís por gusto?_ Le preguntó tras unos segundos de reflexión. Cuando tuvo la oportunidad, no se fue. Era cierto.
_ ¡Bueno!_ volvió a sonreír._ Yo no lo llamo así, cada uno de nosotros tiene su historia, como tú, supongo.
_ ¡Es prostitución!_ se repitió en voz alta para sí mismo._ Adórnalo o ponle el nombre que más te guste.
_ ¡Tienes razón!_ No valía la pena discutir y menos en el estado que se encontraba._ ¿Cómo llamas a tú trabajo?_ David se le encaró sin perder la sonrisa de los labios y saltando hacia el suelo._ Con carrera y trabajando de auxiliar de ventas en unos almacenes por menos de 500 €/mes. Doblas turnos siempre que puedes, haces todas las horas extras que te dejan y con todo y eso tu sueldo no supera los 1000 €/mes. Además, ¡te las pagan en negro!

    Un silencio incómodo los envolvió. David mantenía una sonrisa de condescendencia. No podía evitar sentir cierta lástima. Pero, ¿quién se creía que era para cuestionar su forma de vida? A él ya le iba bien, y no se sentía ningún despojo humano por sus actividades sexuales.

_ Puede que aun no te hayas dado cuenta, pero tú en tu trabajo también te prostituyes, Cristian_ le dijo dándole unas palmaditas en el hombro._ Al menos a mí, del Monte, me paga bastante más, _ enfatizando la palabra “bastante” se giró en dirección a la puerta._ ¡Nos vemos el lunes, compañero!_ Ampliando la sonrisa y guiñándole el ojo, salió del aseo.
_ ¡Todo tuyo nena!_ Le escuchó decir al cerrarse la puerta.



    La joven recepcionista de largas pestañas entró, cerrando la puerta con pestillo tras de sí. Le miró de arriba abajo y se acercó a él.

_ ¡Oye! No hace falta, _ le advirtió Cristian adivinando sus intenciones. _Puedes decirle a del Monte que nos lo hemos pasado muy bien. No lo desmentiré. Eres muy guapa pero es que ahora no se me levantaría ni con una caja entera de viagras._ Su voz sonaba hueca y sin emotividad.
_ No me envía Ricardo._ La sonrisa sexy de hoyuelos le iluminó la cara. Estoy aquí porque desde que te he visto hacer esos estiramientos, _ sus ojos le brillaron de excitación, _ tengo ganas de follarte._ Sus dientes mordieron juguetonamente el labio inferior.
_ De verdad que no..._ El fino y delicado dedo de la chica le selló los labios antes que pudiera decir nada más. Sus pechos le rozaban su tórax. Antes de vomitar se había quitado la corbata, y al asearse, se desabrochó la camisa para refrescarse.
_ Dime que no lo has pensado cuando me viste._ Rozándose cariñosamente, le soltó el botón del pantalón._ Dime que no lo deseas._ Le susurró al oído, mientras le acariciaba los pectorales desnudos.
_ ¡Han pasado muchas cosas desde ese momento! _Tartamudeó, ahogado por la excitación.
_ Nada de lo que ha pasado me interesa, _ cubriéndole el cuello de besos._ Cristian, _ le volvió a susurrar. _ ¡Estoy muy húmeda!

    De pie y sin apenas poder respirar, a Cristian aquella frase le sonó como una queja infantil. Tenía a una belleza castaña frotándose contra su cuerpo. Le había desabrochado el botón del pantalón y bajado la cremallera. Mientras le plantaba cortos besos en el cuello, dejándole una huella caliente durante varios segundos. Le acariciada con delicadeza el pene a través del calzoncillo. Para su asombro, el miembro más vivo que nunca, se irguió en seguida. Cuando unas gotas de presemen le calaron la tela, ella se los bajo con delicadeza. Se separó unos centímetros de él y lo observó.
Sus ojos se perdían en la visión del cuerpo de Cristian. No era un chico de gimnasio, pero poseía una espalda ancha y los pectorales bien definidos, con muy poco pelo que bajaba en un hilillo hacia el ombligo. Sin apenas barriga, llegó a la parte que más le gustaba de los hombres. El pene. Circuncidado y con el glande en forma de barca. Tamaño y dimensiones normales, algo inclinado a la izquierda y por supuesto sin depilar. Cuando terminó su viciosa inspección se desabrochó el botón de la falda, al bajar la cremallera ésta cayó al suelo. Con cuidado de no pisarla o mancharla la dobló y la dejó encima del mármol, al lado de su bolso. Hizo lo mismo con la blusa. Llevaba un tanguita blanco, a juego con los sujetadores. Se volvió a acercar a él. Notaba su excitación y también su represión. Le cogió la mano y le lamió el dedo índice y anular.

    Cristian sintió como le temblaban las piernas cuando la recepcionista le introdujo sus dedos en la boca. La lengua los lamió y jugo con ellos. La apretó contra él en un acto instintivo. Llevaba un perfume dulce y avainillado. Cuando se sacó sus dedos de la boca, una extraña tristeza se apoderó de él. Quería más. Para su sorpresa, le guío la mano hasta debajo del tanga, dejándola allí huérfana. Subió sus manos por sus brazos, acariciándolos. Al llegar a su cuello le susurró:
_ ¡Estoy muy húmeda, Cristian!_ Otra vez el timbre infantil a modo de queja.

    Como en un sueño, tardó en reaccionar. Le introdujo lentamente los dedos bajo el tanga, y descubrió un pubis completamente depilado, un clítoris hinchado por la excitación y una entrada a la vagina increíblemente mojada. Sus dedos juguetearon, ante las puertas de su santuario, con el flujo y disfrutando de los pequeños jadeos que profería cada vez que hacía el amago de penetrarla. El suplicio para ella llegó a su fin, de una fuerte oleada de rabia se los metió. El gemido de ella, le estalló en su oído. Excitándolo aun más. Con la mano libre le aferró fuertemente de los glúteos. Torneados y de gimnasio, de esos que nada más verlo apetece darle una palmada de puro vicio.
Sus labios se engancharon en un tórrido y lascivo beso. Una idea cruzó la mente de Cristian. Extrajo los dedos de su vagina para cogerla con suavidad del cuello. Tenía una boca preciosa y unos labios sensuales que entre abiertos aun dejan salir el final del último jadeo.
_ ¡Chúpamela!_ No le importaba nada, solo quería descargarse de todas las emociones contradictorias que le recorrían.

    Obediente se separó de él, empujándole con cuidado, puesto que llevaba los pantalones y los calzoncillos en los tobillos, hasta la pared. Al notar la silla se dejó caer. Ella se arrodilló, sin perder de vista los ojos grises de éste hasta llegar a su destino. Sonriéndole con malicia lamió el glande; despacio, saboreando su sabor mientras acariciaba los testículos con una mano y con la otra su vientre.

    Cristian no quería cariño, se incorporó y abrió de forma violenta su sujetador, rompiendo el broche de plástico que unía la pieza por la parte delantera.
Entre asustada y asombrada se retiró, pero él le cogió de la nuca, echándole la cabeza hacia atrás. Al abrir ligeramente la boca por el dolor le introdujo la lengua con violencia, mientras manoseaba uno de sus voluminosos pechos. Estirando de tanto en tanto el pezón erguido. Cuando se hartó de su lengua, guió su boca hasta su polla, obligándola a metérsela hasta la campanilla. Mientras ella se la lamia y succionaba, él se entretenía toqueteándole aquellos pechos, calientes y tiernos. Pellizcaba los pezones solo para oír sus quejidos con su miembro en la boca. En un intento de liberarse para para respirar un poco, él la volvió a coger del cuello sin dejar que se levantara.

_ No te he dicho que pares._ Sabía que su comportamiento no tenía excusa, pero creía que del Monte la habría enviado para eso. ¿Quién era él para contradecir a su jefe?

    Recostado en la silla y sin dejar de apretarle la nuca se embobó mirando sus labios, como bajaban y subían. La presión que ejercían y el tacto de la lengua. Se preparó cuando los primeros síntomas del orgasmo empezaron a aparecer. Justo en el momento, la apartó corriéndose con la mano y echándoselo sobre el pecho y parte de la barbilla. Veía su corrida como una autentica obra de arte. Un fino hilo de saliva caía entre las comisuras de sus labio, un poco de esperma en la barbilla goteaba hacía el pezón izquierdo, rojo e irritado al igual que el derecho, y la mayor parte de su semen había ido a parar en medio de sus tetas. Con la mano con la que se había masturbado, le restregó el semen por los pechos, volviéndolos a toquetear. Y antes que se volviera flácida del todo, volvió a empujar su cara y su boca hacia ella.

_Limpia la última gota.

    Pese a que ya había descargado, sintió unas corrientes, mezcla de placer y dolor que le recorrieron las piernas, cuando ella volvió a lamerle el prepucio.
Al terminar y desaparecer el efecto de euforia en él, su cuadro de arte le resultó denigrante. Se consideraba una persona sensible y comprensiva. Nunca había experimentado aquella rabia ni obligado a ninguna mujer a nada. La felación a del Monte le había trastocado en su más honda hombría.
Perdido en su desquebrajada moral se levantó torpemente, intentando no ser brusco al apartarla. Se subió los calzoncillos y los pantalones lo más rápido que pudo. Pensó en decir una disculpa, pero no supo cómo empezar. Abatido se pasó varias veces la mano por la cabeza en un intento de despejarse y aclarar sus ideas.

_ Adiós_ Cristian abandonó el lugar sin tan siquiera mirarla.
_ ¡Hasta el lunes!_ le contesto ella con una sonrisa pícara en los labios.

    Una vez la puerta se cerró a causa de la inercia, Lucía se incorporó, cogió su bolso de encima de la pica y sacó una toallitas húmedas. Mirándose al espejo, arqueó una ceja.

_ ¡Menudo estropicio!_ comentó en voz alta.
_ ¿Lucía?_ la voz de Claudia tras la puerta del servicio de caballeros interrumpió sus pensamientos._ ¿Se puede?
_ ¡Pasa! Estoy sola.
_ ¡Guau!_ se sorprendió al verla_ ¡La visita ha sido movidita! ¡Ahora entendió la cara que tenía el nuevo!_ se rio.
_ ¡No te creas!_ con un tono de frustración Lucía se quedó mirando a Claudia. Rubia, media melena, ojos azules, delgada y metro setenta.
_ Espera que te ayudo.

    Claudia le cogió el paquete de toallitas íntimas de las manos y, sacando una, empezó a quitarle el semen de los pechos. Al notar el frescor de las toallitas éstos se irguieron mostrando unos pezones bien definidos, como las tetinas de biberón. Una vez se hubo asegurado que no quedaba ningún rastro de esperma, tiró las toallitas utilizadas a la papelera y le cogió el peine de cedras con pequeñas bolitas en sus terminaciones del bolso y empezó a cepillarle la larga y lacea cabellera castaña. Lucía emitía leves gemidos cada vez que Clara le pasaba el cepillo.

_ ¿Llevas crema?_ le preguntó Claudia._ ¡Están muy rojos! Si no te pones te escocerán. _ le dijo preocupada._ ¿Te duelen?
_ De momento no._ Le contestó sonriendo, mientras le extendía un pequeño tubo de crema de manos.

Claudia destapó el tubo y depositó un poco de crema en el dedo índice y anular. Con mimo la extendió sobre la sensible piel. Lucía aspiró hondo al notarla en los pezones que ahora sí empezaban a dolerle. Con cuidado, Clara, repitió la misma operación en el derecho. Poco a poco, volteaba la corona dejando la punta de éste para lo último, en suaves movimientos circulares.

_ ¡Ya está Lucía! ¿Te vistes?

    Lucia miró con un mohín de niña pequeña en su boca. Arrugando la nariz le dijo que no.

_ He tenido un mal día Claudia, _ Se sinceró._ Primero esta mañana Ricardo me ha vuelto a rechazar y ahora...
_ ¿No te has corrido? ¿Verdad?_ Claudia puso los ojos en blanco. Llevaba en la empresa tres años, los mismos que Lucía y la conocía muy bien. Sobre todo su obsesión por Ricardo del Monte._ ¡Está bien! _ Con fingida molestia._ ¡Súbete, vamos!_ Señalando la pica de mármol del lavaba manos.

    Una vez arriba, con las piernas en el aire, Claudia acarició sus delicados tobillos. Subiendo despacio hasta las caderas. Ejerciendo cierta presión con los pulgares en la cara interna de sus muslos. Sin perder la conexión visual se fue acercando a su pubis completamente depilado, hasta que pudo acariciar con su nariz el clítoris, palpitante y jugoso. Sopló cariñosamente. Lucía emitió una risa nerviosa e infantil, instante que aprovechó Claudia para pasar la lengua de forma rápida. Un escalofrío recorrió el cuerpo de su amiga, provocándole un latigazo de placer en la columna, que le hizo soltar un gemido.
Acto seguido, Claudia abrió la boca y le hizo una “pedorreta” sobre el pubis. Las risas de ambas llenaron el aseo de caballeros de música.
Aun sonriendo, volvió a inclinarse y empezó a lamer. Primero de forma lenta, saboreando en toda su plenitud el clítoris de Lucía. Estimulándolo al milímetro. Después incremento el ritmo, y de tanto en tanto, pasaba la lengua por los labios llenos de flujo. Deseaban una penetración. Sin ningún tipo de sincronización en el ritmo, a veces paraba para frustración de Lucía; quien con gemidos roncos se quejaba. Otras veces, lo succionaba, tensando de forma automática la espina dorsal de Lucía. Entre espasmos y fuertes jadeos se corrió de placer.

_ ¿¡Estás loca o qué!?_ Con los ojos como platos entró David sin prestar atención a la escena, preocupado miraba hacia las escaleras._ ¡Se te oía desde arriba!_ Exageró. Al girarse, enmudeció mientras una sonrisa tierna asomaba en sus labios. La imagen de Lucía, a medio vestir, en cima del mármol y a Claudia amorrada entre sus piernas, le produjo un excitante calambre en la entrepierna. _ ¡Guau! _ dijo al fin._ ¡Creía que estarías con Cristian!_ su sonrisa se alargó aun más mirando a Claudia.
_ ¡Qué va! Se ha ido nada más correrse._ Protestó indignada. _Ni me preguntó si a mí me apetecía.
_ ¡Claro!_ David cerró el pestillo del lavabo. Conocía muy bien a Lucía. Era ninfómana._ ¡Pobre Lucía! Ha tenido que venir Santa Claudia a socorrerte, ¿no?

    Las dos mujeres se miraron y sonrieron con malicia. Sabían perfectamente lo que quería David.
Lucía se incorporó y mientras se vestía se fue acercando a él.

_ ¡Eso te pasa por dejarme a solas con un principiante!_ Lucía le guiñó el ojo a David, cogió su bolso y abrió el pestillo, contoneando las caderas al irse.
_Lucía yo…_ no supo que decir, hipnotizado con el vaivén._ ¿Claudia?_ reaccionó observando a la rubia.
_ Yo solo follo con hombres por trabajo, no por placer David._ Claudia se marchó, siguiendo los pasos de Lucía.

    David pasados unos segundos, empezó a reírse. Le encantaba su trabajo aunque a veces acabara con dolor de huevos.



Lucía (II capítulo) el 1 de mayo.
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Este relato ha sido escrito por Roberto García @TintaDePlanta
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