viernes, 14 de noviembre de 2014

¡¿Dónde van estos libros?! Ehhhh???

Ohh!! Ha llegado el día y todavía nos quedan cajas por trasladar!!
Pero lo peor es volver a ordenar todo en su sitio.
Así que pedimos paciencia y disculpen las molestias!!
No sabemos cómo trasladaremos la zona XXX, pero algo se nos ocurrirá.




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jueves, 1 de mayo de 2014

Lucía (I parte)


Ven de Roberto García. Capítulo 2. Lucía. I parte


6 de octubre de 1990

_ Relájate, pareces tenso.

    La mujer, que casi rozaba la cuarentena, sonrió. Despacio, uno a uno, desabrochó los botones de la camisa. Estudiaba divertida la expresión en su rostro.
Por suerte para él, myLady, así debía llamarla en la intimidad, entraba dentro de los estándares de belleza. Una vez abierta, paso la mano por su torso. A sus 19 años y sin ser muy deportista, mantenía la figura. No le importaba demasiado, puesto que ella le eligió. Iba a cambiar favores sexuales por dinero. Una simple y mera transacción. Al menos, ella no le haría daño o eso pensaba. Nunca se podía estar seguro en aquel negocio… Razón por la que permanecía alerta. El último cliente, le mandó al hospital con varios moratones y un desgarro anal.

    Ajena a los pensamientos del joven, siguió acariciando su pecho. Casi le doblaba la edad, le excitaba la inocencia que desprendía y el brillo en sus ojos azules, ¿miedo?
No tenía hijos, así que el pensamiento enfermizo de acostarse con un vástago no le afectaba. Sí el de marcarlo para siempre con sus caricias y besos. En su mente, la idea que jamás la olvidara se convirtió en su objetivo.
Con la boca soltó el botón de los tejanos, bajándolos con suavidad hasta que éstos cayeron por su propio peso. De rodillas en la cama contemplaba la imagen del veinteañero. Los pantalones por los tobillos, unidos a unas piernas largas y enclenques que, tapaban sus vergüenzas con un slip blanco, una talla superior, y la espantosa camisa de franela de cuadros azules. Una sonrisa se le escapó y, sin previo aviso, puso la mano sobre el calzoncillo, provocando una contracción en su acompañante. Estaba flácida.
MyLady, sin disgustarse por aquel pequeño detalle, se desvistió. Una vez en ropa interior, de encaje rosa, hizo un gesto para que se acercara más a la cama. Tropezó por culpa de los pantalones y con una mueca más de irritación que de nerviosismo, se los quitó, provocando una sonora carcajada en la mujer.
Al llegar a su lado, se desabrochó el sujetador. Sus senos operados provocaron que las pupilas del joven se dilataran.

    Su calor lo inundó nada más abrazarse a él. De forma sensual rozaba los pezones contra sus holgados calzoncillos, produciendo el efecto esperado.
Algo tenso, le acarició los hombros, retirando el largo cabello rubio hacia la espalda. Debía parecer inexperto, a myLady le gustaban de esa forma y, él prefería las caricias de unos pechos perfectos a las unas manos fuertes y rugosas.
La presión que se autoinfringía se convertía, sin desearlo, en torpeza para ella.
Sintió frió cuando su ropa interior se deslizó piernas abajo. La excitación inundó de sangre su pene que, creció de golpe nada más notar la humedad de la lengua en su glande. Ahora debía centrarse en correrse lo antes posible.

    Húmeda y extasiada no pudo evitar metérsela en la boca. Olía a limpio e incluso percibía rastros de la fragancia del suavizante de la ropa en su piel. Nada más notar su lengua y sus caricias se irguió dura dentro de ella. Abrazada a él, no tuvo que esforzarse mucho, su semen se desparramó viscoso tras varias convulsiones. Lo observó mientras lamía cualquier resto que hubiese quedado. Sus manos temblaban al rozar la piel de sus hombros, intentando parecer caricias. Se apartó de él y le estiró del brazo, tirándolo en cima de la cama. Subida a horcajadas empezó a acariciarlo con suaves besos…



18 de mayo de 1995

    Amor, una mera ilusión del subconsciente.
Buscaba placer, control… y con myLady lo encontró, en el mismo hotel en que se habían citado incontables ocasiones, siempre que ella venía a la ciudad. Gracias a su dinero pago la carrera y todos sus gastos.
La vida ofrecía un sinfín de oportunidades, solo exigía a cambio no ser escrupuloso. No se consideraba víctima de ninguna de sus decisiones. Pudo elegir entre un trabajo digno con un sueldo indigno y combinarlo con los estudios, como miles de jóvenes, o pagarse la universidad y todos sus caprichos vendiendo su compañía y, en algunas ocasiones su integridad física. Quería poder y éste no se conseguía con acciones respetables. Por ese motivo se encontraba en aquella habitación, aferrado con fuerza a las caderas de una mujer, sin importarle que tuviera la edad de su madre. MyLady. Disfrutaba sodomizándola. Los gemidos, la respiración entrecortada… todo indicaba que gozaba con cada embestida que le profería, aunque eso le resultaba indiferente. Veía la influencia que ejercía en ella cuando la miraba. El deseo la embriagaba con cada roce, ella lo buscaba. Pese a que sus visitas, cada vez más espaciadas, mantenían siempre la misma intensidad, sabía que se acercaba la despedida. Pronto llegarían a su fin, pues resultaba demasiado mayor para sus gustos aunque, no pensaba dejarla marchar. El despecho no existía en su vocabulario. Cuestión de oferta y demanda. La satisfacción de un deseo creaba siempre una oportunidad.
Clavaba los dedos en sus caderas, consciente de las marcas que aparecerían al día siguiente. Concentrado, retrasaba todo lo posible su orgasmo. MyLady lo había mantenido como amante todos estos años por pequeños detalles como aquél. Se convirtió en su fulano y no tuvo que volver a la casa de citas. Gracias a la seguridad de un sueldo fijo, a partir de entonces, elegía él a sus clientes.
Incrementó el ritmo de las arremetidas, separando los glúteos, dejando al descubierto el orificio del ano. Ella gimió con fuerza a causa del dolor de la piel tensada. Antes de correrse, la inmovilizó. El juego de la dominación y la sumisión creaba fronteras ficticias entre sus protagonistas. Hacía tiempo que descubrió la verdadera naturaleza de myLady, por eso se la follaba sin dejar que ella se saciara, dándole un pretexto para martirizar a sus jóvenes amantes.



9 de junio del 2007
11:00 AM


_ ¡Miranda! ¡Cuánto tiempo!_ le sonrió sincera.
_ ¿¡Ariana!? ¡Cariño! ¡Qué gua estás! ¿Cuántos años tienes ya ? ¿30?
_ 35_ corrigió coqueta Ariana.
_ ¿De verdad?_ con fingida sorpresa_ ¡Oh! ¡Esta memoria mía! Pero ven, siéntate conmigo y tómate algo. Yo invito, aunque el propietario de esta hípica sea tu padre, creo que es mejor que yo pague_ le guiñó un ojo risueña mientras le acercaba una silla._ Por cierto, ¿qué haces aquí? Creía que no te gustaban las carreras de caballos, por eso del maltrato animal y esas cosas_ dijo de forma frívola.
_ Bueno_ contestó algo incómoda una vez sentada y arrepentida por haberlo hecho_ y siguen sin gustarme. He venido por asuntos de negocios.

    Miranda la observó, su comentario no le había gustado como preveía, seguía siendo la misma idealista. La conocía desde pequeña. Su padre y ella habían hecho negocios en el pasado. Ariana pertenecía a una familia de renombre y a una de las fortunas empresariales más grandes de aquel país. Su interés se centraba en la joven heredera y en la reunión que tendría lugar dentro de unas horas.
_ Y… ¡dime! ¿Acudirás esta noche a la gala? Tu padre está orgulloso de ti,_ le sonrió._ No recuerdo en qué periódico leí... fuiste clave para la absorción de…
_ Miranda_ le interrumpió de golpe._ Sabes que no puedo hablar nada de negocios contigo, eres nuestra principal competencia._ Su educación le impedía ser grosera. Era una antigua amiga de la familia y por lo que conocía de sus actividades, nada relacionado con ella era fortuito.
_ ¡Está bien! ¿Irás esta noche a la gala? A eso si podrás contestarme... _ le sonrió de forma cariñosa.
_ No es seguro. Se me dan mejor los despachos que no los salones…
_ ¡Tonterías Ariana! Llevas la sangre de Patricia. Estoy segura que con un vestido negro de esos que enseñan toda la espalda, _ cogiéndola del brazo se acercó a ella, _ porque se nota que sigues nadando a diario, _ le guiñó un ojo pícara, para comprobar cómo se ruborizaba ante el detalle, _ subida a unos tacones de vértigo y, con la larga melena recogida en uno de esos extravagantes moños con perlitas y yo que sé qué cosas os ponéis ahora la juventud, _ se distrajo expresamente para sacudir la cabeza._ ¡Estarías fantástica! Apuesto mi caballo Perla Gris a que tus socios no te niegan nada, y créeme niña, yo nunca pierdo.

    Ariana rió ante el comentario, una mezcla de tensión y nervios se apoderaron de ella. Su presencia en la fiesta era obligatoria, con cierta amargura reconoció la agudeza de la cincuentona. Sus ojos grises siempre le trasmitieron respeto, desprendían demasiada inteligencia. Miranda nunca se había casado y, a diferencia de otras mujeres de su posición, no se le conocían novios ni amantes; tampoco protagonizó ningún escándalo para portadas del corazón. Una mujer admirable en muchos sentidos, pero implacable en los negocios. Su madre, Patricia, y ella fueron amigas en su juventud. Al casarse, se distanciaron. La última vez que la vio, fue en el funeral de ésta, hacía ya seis años.

_ ¡Bien! No te entretengo_ le dio dos besos al levantarse._ Por favor, da recuerdos a todos. Piensa en lo del vestido negro, _ le sonrió mientras se giraba en dirección a las cuadras.

    Con una sonrisa fija en sus labios y la mente perdida en los recuerdos de su madre, guardó en sus retinas la imagen que trasmitía Miranda. “Saber estar”. Siempre impecable, bien vestida, elegante y sin desentonar, ni tan siquiera el maquillaje o el perfume resultaban ofensivos para su edad.
Distraída miró la pista. La carrera había finalizado. El diseño de un vestido negro con la espalda al descubierto se materializó en su mente.




20:00 PM

    Miranda, a sus 55 años, conservaba gran parte de su atractivo. Gracias al bisturí, al ejercicio, a una buena dieta equilibrada y, por supuesto, a su inmensa fortuna; parte heredada, parte ganada.
Las puertas del enorme ascensor se abrieron. Sin ser consciente de la presencia que había subido en aquella planta, siguió pensando en todos los obstáculos que tuvo que sortear para llegar donde estaba. No resultó fácil dirigir la empresa, los mayores problemas se los ocasionaron miembros de sus círculos más próximos; por ese motivo sabía que la confianza y la amistad no existían en los negocios. En la actualidad, no quedaba nadie que la cuestionase.

    Entró silencioso, situándose al fondo del ascensor. Una pieza de exquisita tecnología y decorada hasta el más mínimo detalle; imagen fiel del hotel de 5 estrellas, donde se alojaba. Vestido de riguroso negro, su esmoquin, hecho a mano se adaptaba a la perfección tanto a su cuerpo como a sus movimientos. La única pasajera, sentada en el diván del s. XVIII con adornos en oro, también vestía de gala. No sabía decir si era hermosa, pero su porte detonaba seguridad.

_ ¿Sabes lo que tienes que hacer?_ volviendo a la realidad, Miranda regresó al ascensor. Su vista se clavó en el hombre de esmoquin que se hallaba de pie a su lado.
_ Sí.

    La voz, varonil y seca, que tanto conocida, la excitó. Con el paso de los años, su físico se había modelado, al igual que sus servicios… Una mente brillante, ambicioso y sin escrúpulos. Sabía que pronto ya no la necesitaría, es más, dudaba si alguna vez la necesitó de verdad; pero hasta que llegase el momento, pensaba exprimir al máximo su talento.

_ ¿Algún dato nuevo?
_ Sí._ girándose hacia las puertas que se acaban de abrir._ Llevará un vestido negro, con la espalda abierta, una espalda de nadadora, tacones de aguja y, es muy probable que lleve un collar de perlas negras, era de su madre.


23:30 PM

    Lo mejor y más selecto de la sociedad de aquella apestosa y corrupta ciudad, se hallaba en el vestíbulo del fastuoso hotel de 5 estrellas recién inaugurado. El último proyecto del holding de su familia. Expandir su cadena de hoteles por las principales capitales del mundo, y con ellos el resto de negocios. Incómoda sobre su deslumbrantes zapatos para la ocasión, empezaba a resultarle, la tarea de sonreír a los invitados que, su padre le presentaba, más difícil. Como pudo fue sorteándolos, en dirección a la sala dónde, después de una fugaz visita por el complejo, tendría lugar la tan ansiada fiesta. Alcohol y música resultaban los mejores aliados a la hora de sellar alianzas. Muchos de los grandes empresarios ya ocupaban los divanes y butacones de la gran sala, engalanada para la ocasión. Intentando pasar desapercibida, buscó la mesa más retirada. El suave tacto envolvente del sofá la atrapó nada más sentarse. Los talones respiraron agradecidos, cuando por fin quedaron libres de tan cara tortura. Envuelta en una tenue luz ambiental, lo vio por primera vez. Un hombre de su edad, alto, moreno con un impresionante esmoquin, más por su físico que por el traje en sí; pues ella no entendía mucho de marcas masculinas.
Escuchaba entre distraído y aburrido la conversación que, a la fuerza, dos cincuentonas con más ginebra en sangre que en la copa, intentaban sin mucho éxito que se involucrara. No pudo evitar reír al ver los vanos esfuerzos del hombre por sacárselas de encima. Durante más de media hora observó al trío, embelesada en los gestos corteses que profería hacía las dos señoras. Todos sus amagos de separase de ellas eran sistemáticamente anulados. Prisionero de su propia educación, de tanto en tanto barría la sala con la vista, buscando una salida. En un descuido por su parte, sus ojos no se apartaron, cruzándose con los de él. Sin vacilar, reaccionó de inmediato: levantó la mano y le dirigió una exultante sonrisa blanca e impecable.
Ariana, sorprendida, miró hacia ambos lados. Al volver la vista él ya se dirigía hacia su posición a grandes zancadas. De reojo vio como las dos captoras la fulminaban con desprecio.
_ Ricardo del Monte_ se presentó extendiendo la palma de la mano.
_ Ariana Wójcik_ contestó entrecortada, tanto su voz como su presencia le turbaron; tampoco ayudó la contracción en el estómago que sintió al percibir el tacto suave de sus dedos y el calor de sus labios en el dorso de su mano.
_ Perdone mi osadía Srta. Wójcik, ¿sería tan amable de permitirme que la acompañara?
_ ¿Cómo sabe que soy señorita?_ la pregunta salió sin pensar, a modo de defensa bien aleccionada.
_ No lleva alianza, la única joya es el collar de perlas negras. No pretendía molestarla, _ con un tono de disculpa._ Solo deseaba respirar tranquilo, no podía más, _ su expresión denotaba un profundo agobio.
_ Perdone, por favor, _ le sonrió tendiendo la mano en dirección al butacón de enfrente._ Le comprendo, _ rio divertida recordando la escena.
_ Parece que las desgracias ajenas le provocan mofa_ su timbre se endureció.
_ ¡Perdone!_ incorporándose más, no pudo evitar sentir cierto desdén hacía su poca sensibilidad._ No pretendía ser grosera, lo lamento_ desvió la vista de sus ojos.
_Por haberse estado riendo de mi todo este tiempo, creo que me debe una copa_ le contestó mostrándole la sonrisa más encantadora y deslumbrante de su repertorio.
_ Mmm, eso parece_ avergonzada por haber sido descubierta levantó la mano en señal al camarero._ ¿Qué le ha traído a esta inauguración? No le había visto antes._ Algo más tranquila pretendía frivolizar aquel encuentro hablando de trabajo. Obligada por los intereses familiares, acudía a todas las galas, reuniones, cenas... y nunca antes lo había visto.
_ Trabajo, _ sus ojos no dejaban de observarla.
_ ¿Qué clase de trabajo? _ interesada no entendía la respuesta, al fin y al cabo aquellas cenas siempre eran por trabajo.
_ Mi empresa se dedica a la organización de eventos. Este es nuestro primer encargo para PAYRUS. Estoy aquí para comprobar que todo sale según lo previsto.
_ Entonces, ¿está usted, de verdad, trabajando?_ Ariana recordó el nombre de la empresa que ella misma eligió de entre todos los presupuestos que le enviaron: MUY & TRE.
_ Sí.



Lucía (II parte) el 1 de junio.
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Este relato ha sido escrito por Roberto García @TintaDePlanta
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martes, 1 de abril de 2014

La Entrevista (II Parte)


Ven de Roberto García. Capítulo 1. La Entrevista II parte


    Acababa de vomitar. El reflejo del espejo del aseo, le devolvía una imagen deplorable. No se preguntaba ni cuestionaba nada de lo ocurrido cinco minutos atrás. Sabía que no debía atormentarse, ya estaba hecho.

_ ¡Hola!_ la voz de David hizo que aterrizase de nuevo en MUY & TRE.
_ ¡Qué pinta tienes!_ le sonrió condescendiente y de un salto se sentó en el poyete de mármol del lavamanos. Cerca suyo pero manteniendo las distancias._ Todos hemos pasado por lo mismo o parecido, _ rectificó al ver como sus ojos enrojecidos se clavaban en los suyos a través del espejo._ Del Monte no es tan mal tío_ respondió bajando la mirada._ Siempre está cuando lo necesitas. ¡Ya lo irás viendo!_ Lo excusó planchándose con las manos una arruga inexistente del pantalón._ ¡Es un buen tipo!_ Sentenció con la vista perdida en el suelo.
_ ¡Es un buen proxeneta! ¡Eso es lo que es!_ Con rabia apartó la vista del espejo. Su imagen le asqueaba.
_Nadie te obligó._ Le contestó buscando su mirada._ Pudiste irte.
_ ¿Os prostituís por gusto?_ Le preguntó tras unos segundos de reflexión. Cuando tuvo la oportunidad, no se fue. Era cierto.
_ ¡Bueno!_ volvió a sonreír._ Yo no lo llamo así, cada uno de nosotros tiene su historia, como tú, supongo.
_ ¡Es prostitución!_ se repitió en voz alta para sí mismo._ Adórnalo o ponle el nombre que más te guste.
_ ¡Tienes razón!_ No valía la pena discutir y menos en el estado que se encontraba._ ¿Cómo llamas a tú trabajo?_ David se le encaró sin perder la sonrisa de los labios y saltando hacia el suelo._ Con carrera y trabajando de auxiliar de ventas en unos almacenes por menos de 500 €/mes. Doblas turnos siempre que puedes, haces todas las horas extras que te dejan y con todo y eso tu sueldo no supera los 1000 €/mes. Además, ¡te las pagan en negro!

    Un silencio incómodo los envolvió. David mantenía una sonrisa de condescendencia. No podía evitar sentir cierta lástima. Pero, ¿quién se creía que era para cuestionar su forma de vida? A él ya le iba bien, y no se sentía ningún despojo humano por sus actividades sexuales.

_ Puede que aun no te hayas dado cuenta, pero tú en tu trabajo también te prostituyes, Cristian_ le dijo dándole unas palmaditas en el hombro._ Al menos a mí, del Monte, me paga bastante más, _ enfatizando la palabra “bastante” se giró en dirección a la puerta._ ¡Nos vemos el lunes, compañero!_ Ampliando la sonrisa y guiñándole el ojo, salió del aseo.
_ ¡Todo tuyo nena!_ Le escuchó decir al cerrarse la puerta.



    La joven recepcionista de largas pestañas entró, cerrando la puerta con pestillo tras de sí. Le miró de arriba abajo y se acercó a él.

_ ¡Oye! No hace falta, _ le advirtió Cristian adivinando sus intenciones. _Puedes decirle a del Monte que nos lo hemos pasado muy bien. No lo desmentiré. Eres muy guapa pero es que ahora no se me levantaría ni con una caja entera de viagras._ Su voz sonaba hueca y sin emotividad.
_ No me envía Ricardo._ La sonrisa sexy de hoyuelos le iluminó la cara. Estoy aquí porque desde que te he visto hacer esos estiramientos, _ sus ojos le brillaron de excitación, _ tengo ganas de follarte._ Sus dientes mordieron juguetonamente el labio inferior.
_ De verdad que no..._ El fino y delicado dedo de la chica le selló los labios antes que pudiera decir nada más. Sus pechos le rozaban su tórax. Antes de vomitar se había quitado la corbata, y al asearse, se desabrochó la camisa para refrescarse.
_ Dime que no lo has pensado cuando me viste._ Rozándose cariñosamente, le soltó el botón del pantalón._ Dime que no lo deseas._ Le susurró al oído, mientras le acariciaba los pectorales desnudos.
_ ¡Han pasado muchas cosas desde ese momento! _Tartamudeó, ahogado por la excitación.
_ Nada de lo que ha pasado me interesa, _ cubriéndole el cuello de besos._ Cristian, _ le volvió a susurrar. _ ¡Estoy muy húmeda!

    De pie y sin apenas poder respirar, a Cristian aquella frase le sonó como una queja infantil. Tenía a una belleza castaña frotándose contra su cuerpo. Le había desabrochado el botón del pantalón y bajado la cremallera. Mientras le plantaba cortos besos en el cuello, dejándole una huella caliente durante varios segundos. Le acariciada con delicadeza el pene a través del calzoncillo. Para su asombro, el miembro más vivo que nunca, se irguió en seguida. Cuando unas gotas de presemen le calaron la tela, ella se los bajo con delicadeza. Se separó unos centímetros de él y lo observó.
Sus ojos se perdían en la visión del cuerpo de Cristian. No era un chico de gimnasio, pero poseía una espalda ancha y los pectorales bien definidos, con muy poco pelo que bajaba en un hilillo hacia el ombligo. Sin apenas barriga, llegó a la parte que más le gustaba de los hombres. El pene. Circuncidado y con el glande en forma de barca. Tamaño y dimensiones normales, algo inclinado a la izquierda y por supuesto sin depilar. Cuando terminó su viciosa inspección se desabrochó el botón de la falda, al bajar la cremallera ésta cayó al suelo. Con cuidado de no pisarla o mancharla la dobló y la dejó encima del mármol, al lado de su bolso. Hizo lo mismo con la blusa. Llevaba un tanguita blanco, a juego con los sujetadores. Se volvió a acercar a él. Notaba su excitación y también su represión. Le cogió la mano y le lamió el dedo índice y anular.

    Cristian sintió como le temblaban las piernas cuando la recepcionista le introdujo sus dedos en la boca. La lengua los lamió y jugo con ellos. La apretó contra él en un acto instintivo. Llevaba un perfume dulce y avainillado. Cuando se sacó sus dedos de la boca, una extraña tristeza se apoderó de él. Quería más. Para su sorpresa, le guío la mano hasta debajo del tanga, dejándola allí huérfana. Subió sus manos por sus brazos, acariciándolos. Al llegar a su cuello le susurró:
_ ¡Estoy muy húmeda, Cristian!_ Otra vez el timbre infantil a modo de queja.

    Como en un sueño, tardó en reaccionar. Le introdujo lentamente los dedos bajo el tanga, y descubrió un pubis completamente depilado, un clítoris hinchado por la excitación y una entrada a la vagina increíblemente mojada. Sus dedos juguetearon, ante las puertas de su santuario, con el flujo y disfrutando de los pequeños jadeos que profería cada vez que hacía el amago de penetrarla. El suplicio para ella llegó a su fin, de una fuerte oleada de rabia se los metió. El gemido de ella, le estalló en su oído. Excitándolo aun más. Con la mano libre le aferró fuertemente de los glúteos. Torneados y de gimnasio, de esos que nada más verlo apetece darle una palmada de puro vicio.
Sus labios se engancharon en un tórrido y lascivo beso. Una idea cruzó la mente de Cristian. Extrajo los dedos de su vagina para cogerla con suavidad del cuello. Tenía una boca preciosa y unos labios sensuales que entre abiertos aun dejan salir el final del último jadeo.
_ ¡Chúpamela!_ No le importaba nada, solo quería descargarse de todas las emociones contradictorias que le recorrían.

    Obediente se separó de él, empujándole con cuidado, puesto que llevaba los pantalones y los calzoncillos en los tobillos, hasta la pared. Al notar la silla se dejó caer. Ella se arrodilló, sin perder de vista los ojos grises de éste hasta llegar a su destino. Sonriéndole con malicia lamió el glande; despacio, saboreando su sabor mientras acariciaba los testículos con una mano y con la otra su vientre.

    Cristian no quería cariño, se incorporó y abrió de forma violenta su sujetador, rompiendo el broche de plástico que unía la pieza por la parte delantera.
Entre asustada y asombrada se retiró, pero él le cogió de la nuca, echándole la cabeza hacia atrás. Al abrir ligeramente la boca por el dolor le introdujo la lengua con violencia, mientras manoseaba uno de sus voluminosos pechos. Estirando de tanto en tanto el pezón erguido. Cuando se hartó de su lengua, guió su boca hasta su polla, obligándola a metérsela hasta la campanilla. Mientras ella se la lamia y succionaba, él se entretenía toqueteándole aquellos pechos, calientes y tiernos. Pellizcaba los pezones solo para oír sus quejidos con su miembro en la boca. En un intento de liberarse para para respirar un poco, él la volvió a coger del cuello sin dejar que se levantara.

_ No te he dicho que pares._ Sabía que su comportamiento no tenía excusa, pero creía que del Monte la habría enviado para eso. ¿Quién era él para contradecir a su jefe?

    Recostado en la silla y sin dejar de apretarle la nuca se embobó mirando sus labios, como bajaban y subían. La presión que ejercían y el tacto de la lengua. Se preparó cuando los primeros síntomas del orgasmo empezaron a aparecer. Justo en el momento, la apartó corriéndose con la mano y echándoselo sobre el pecho y parte de la barbilla. Veía su corrida como una autentica obra de arte. Un fino hilo de saliva caía entre las comisuras de sus labio, un poco de esperma en la barbilla goteaba hacía el pezón izquierdo, rojo e irritado al igual que el derecho, y la mayor parte de su semen había ido a parar en medio de sus tetas. Con la mano con la que se había masturbado, le restregó el semen por los pechos, volviéndolos a toquetear. Y antes que se volviera flácida del todo, volvió a empujar su cara y su boca hacia ella.

_Limpia la última gota.

    Pese a que ya había descargado, sintió unas corrientes, mezcla de placer y dolor que le recorrieron las piernas, cuando ella volvió a lamerle el prepucio.
Al terminar y desaparecer el efecto de euforia en él, su cuadro de arte le resultó denigrante. Se consideraba una persona sensible y comprensiva. Nunca había experimentado aquella rabia ni obligado a ninguna mujer a nada. La felación a del Monte le había trastocado en su más honda hombría.
Perdido en su desquebrajada moral se levantó torpemente, intentando no ser brusco al apartarla. Se subió los calzoncillos y los pantalones lo más rápido que pudo. Pensó en decir una disculpa, pero no supo cómo empezar. Abatido se pasó varias veces la mano por la cabeza en un intento de despejarse y aclarar sus ideas.

_ Adiós_ Cristian abandonó el lugar sin tan siquiera mirarla.
_ ¡Hasta el lunes!_ le contesto ella con una sonrisa pícara en los labios.

    Una vez la puerta se cerró a causa de la inercia, Lucía se incorporó, cogió su bolso de encima de la pica y sacó una toallitas húmedas. Mirándose al espejo, arqueó una ceja.

_ ¡Menudo estropicio!_ comentó en voz alta.
_ ¿Lucía?_ la voz de Claudia tras la puerta del servicio de caballeros interrumpió sus pensamientos._ ¿Se puede?
_ ¡Pasa! Estoy sola.
_ ¡Guau!_ se sorprendió al verla_ ¡La visita ha sido movidita! ¡Ahora entendió la cara que tenía el nuevo!_ se rio.
_ ¡No te creas!_ con un tono de frustración Lucía se quedó mirando a Claudia. Rubia, media melena, ojos azules, delgada y metro setenta.
_ Espera que te ayudo.

    Claudia le cogió el paquete de toallitas íntimas de las manos y, sacando una, empezó a quitarle el semen de los pechos. Al notar el frescor de las toallitas éstos se irguieron mostrando unos pezones bien definidos, como las tetinas de biberón. Una vez se hubo asegurado que no quedaba ningún rastro de esperma, tiró las toallitas utilizadas a la papelera y le cogió el peine de cedras con pequeñas bolitas en sus terminaciones del bolso y empezó a cepillarle la larga y lacea cabellera castaña. Lucía emitía leves gemidos cada vez que Clara le pasaba el cepillo.

_ ¿Llevas crema?_ le preguntó Claudia._ ¡Están muy rojos! Si no te pones te escocerán. _ le dijo preocupada._ ¿Te duelen?
_ De momento no._ Le contestó sonriendo, mientras le extendía un pequeño tubo de crema de manos.

Claudia destapó el tubo y depositó un poco de crema en el dedo índice y anular. Con mimo la extendió sobre la sensible piel. Lucía aspiró hondo al notarla en los pezones que ahora sí empezaban a dolerle. Con cuidado, Clara, repitió la misma operación en el derecho. Poco a poco, volteaba la corona dejando la punta de éste para lo último, en suaves movimientos circulares.

_ ¡Ya está Lucía! ¿Te vistes?

    Lucia miró con un mohín de niña pequeña en su boca. Arrugando la nariz le dijo que no.

_ He tenido un mal día Claudia, _ Se sinceró._ Primero esta mañana Ricardo me ha vuelto a rechazar y ahora...
_ ¿No te has corrido? ¿Verdad?_ Claudia puso los ojos en blanco. Llevaba en la empresa tres años, los mismos que Lucía y la conocía muy bien. Sobre todo su obsesión por Ricardo del Monte._ ¡Está bien! _ Con fingida molestia._ ¡Súbete, vamos!_ Señalando la pica de mármol del lavaba manos.

    Una vez arriba, con las piernas en el aire, Claudia acarició sus delicados tobillos. Subiendo despacio hasta las caderas. Ejerciendo cierta presión con los pulgares en la cara interna de sus muslos. Sin perder la conexión visual se fue acercando a su pubis completamente depilado, hasta que pudo acariciar con su nariz el clítoris, palpitante y jugoso. Sopló cariñosamente. Lucía emitió una risa nerviosa e infantil, instante que aprovechó Claudia para pasar la lengua de forma rápida. Un escalofrío recorrió el cuerpo de su amiga, provocándole un latigazo de placer en la columna, que le hizo soltar un gemido.
Acto seguido, Claudia abrió la boca y le hizo una “pedorreta” sobre el pubis. Las risas de ambas llenaron el aseo de caballeros de música.
Aun sonriendo, volvió a inclinarse y empezó a lamer. Primero de forma lenta, saboreando en toda su plenitud el clítoris de Lucía. Estimulándolo al milímetro. Después incremento el ritmo, y de tanto en tanto, pasaba la lengua por los labios llenos de flujo. Deseaban una penetración. Sin ningún tipo de sincronización en el ritmo, a veces paraba para frustración de Lucía; quien con gemidos roncos se quejaba. Otras veces, lo succionaba, tensando de forma automática la espina dorsal de Lucía. Entre espasmos y fuertes jadeos se corrió de placer.

_ ¿¡Estás loca o qué!?_ Con los ojos como platos entró David sin prestar atención a la escena, preocupado miraba hacia las escaleras._ ¡Se te oía desde arriba!_ Exageró. Al girarse, enmudeció mientras una sonrisa tierna asomaba en sus labios. La imagen de Lucía, a medio vestir, en cima del mármol y a Claudia amorrada entre sus piernas, le produjo un excitante calambre en la entrepierna. _ ¡Guau! _ dijo al fin._ ¡Creía que estarías con Cristian!_ su sonrisa se alargó aun más mirando a Claudia.
_ ¡Qué va! Se ha ido nada más correrse._ Protestó indignada. _Ni me preguntó si a mí me apetecía.
_ ¡Claro!_ David cerró el pestillo del lavabo. Conocía muy bien a Lucía. Era ninfómana._ ¡Pobre Lucía! Ha tenido que venir Santa Claudia a socorrerte, ¿no?

    Las dos mujeres se miraron y sonrieron con malicia. Sabían perfectamente lo que quería David.
Lucía se incorporó y mientras se vestía se fue acercando a él.

_ ¡Eso te pasa por dejarme a solas con un principiante!_ Lucía le guiñó el ojo a David, cogió su bolso y abrió el pestillo, contoneando las caderas al irse.
_Lucía yo…_ no supo que decir, hipnotizado con el vaivén._ ¿Claudia?_ reaccionó observando a la rubia.
_ Yo solo follo con hombres por trabajo, no por placer David._ Claudia se marchó, siguiendo los pasos de Lucía.

    David pasados unos segundos, empezó a reírse. Le encantaba su trabajo aunque a veces acabara con dolor de huevos.



Lucía (II capítulo) el 1 de mayo.
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Este relato ha sido escrito por Roberto García @TintaDePlanta
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jueves, 20 de marzo de 2014

La entrevista (I Parte)


Ven de Roberto García. Capítulo 1. La Entrevista I parte

Viernes 14 de febrero del 2014
6:00 AM


    El despertador apenas emitió un solo “bip” cuando una mano veloz lo desconectó.
Una ducha rápida, un café y en 30 min ya se encontraba de camino al trabajo.

“¡Hoy va a ser un gran día! ¡Hoy es mi día ¡ ¡Hoy voy a tener suerte!” Mantra que se repetía una y otra vez desde hacía una semana.

    Al entrar en los grandes almacenes donde trabajaba, respiró profundamente. Llevaba dos meses sin un fin de semana libre y aquél le tocaba. Lo tenía todo preparado. Se iba a una casa rural con todos sus amigos de la universidad. No se juntaban desde que se graduaron. Hacía ya tres años, que no se veían los veinte: José, Cristina, Patricia, Edu…
Además, aquella tarde tenía una entrevista en una empresa de exportación de artículos decorativos.
Las pasadas navidades con los almacenes repletos de compradores compulsivos, le habían dejado un regalo. Un cliente, al que atendió, como a cualquier otro, le dio su tarjeta. Simplemente le dijo que le había gustado el trato y la profesionalidad demostrada. Cuando se marchó, lo observó bien. Nada raro. Caucásico, cerca de los 50 años, muy bien conservado y vestía de forma elegante. Guardó su tarjeta en el bolsillo y siguió trabajando.
Días después, su madre la encontró en el uniforme; por suerte ella siempre miraba los bolsillos antes de meter la ropa en la lavadora. Por la tarde, al volver a casa, la resplandeciente cartulina de color hueso se hallaba encima de su mesita de noche.


Ricardo del Monte Ibáñez
Director Ejecutivo de MUY & TRE
XXX-XXX-XXX


    Llamó pasadas las fiestas, antes habría sido imposible. Las Navidades eran épocas de horas extras, no disponía de mucho tiempo libre.
Después de varias entrevistas, pruebas de todo tipo e incluso una revisión médica, en la que le hicieron firmar la autorización para detectarle enfermedades infecciosas (sida, hepatitis,…); le quedaba la última: la entrevista personal con el Sr. del Monte.

    Las puertas se abrían a las 10:00 AM de cara al público, pero los trabajadores empezaban a las 7:00 AM. Sobre las 9:00 AM hacían el descanso. Normalmente subía a la azotea, zona de fumadores. No fumaba, pero allí se reunían todos.
Aquel viernes decidió pasar por los vestuarios antes de subir, quería mirar el móvil, por si tenía alguna llamada de sus compañeros o de MUY & TRE.
El pasillo, desierto, mostraba una luz al fondo, donde la puerta del vestuario aparecía entre abierta. El ruido de un banco al arrastrase le llamó la atención. A medida que se aproximaba a la puerta, el sonido desapareció para convertirse en gemidos.
Se agazapó, fijándose en las dos figuras que se hallaban dentro. La luz encendida de unos de los servicios apenas las iluminaba, pero intuía lo que ocurría. La más corpulenta se hallaba de pie, apoyada contra la pared y la otra, de rodillas, parecía muy ocupada en su trabajo.
Agudizando el oído, había identificado en los gemidos de placer del hombre la voz del encargado de planta, Óscar. Ahora se centraba en averiguar, con una sonrisa malévola en los labios, quien era la que estaba realizando la “limpieza de bajos” a aquel esperpento de ser.
Veía el pelo largo y rizado bajo la enorme mano de dedos gordos, y como ésta mantenía prisionera la cabeza a la que acompañaba u obligaba en sus movimientos.

_¡Hasta el final Teresa! ¡Hasta el final!_ escuchó mientras el hombre le cogía a la chica la cabeza con las dos manos, apresándola sin escapatoria.
Un gemido ahogado interrumpido por el sonido de una arcada hizo que se apoyara en la puerta tapándose la boca ante la risa que le producía la escena.
_ ¡Trágatelo guapa, que sino no hay trato!_ la voz pastosa por el orgasmo le produjo asco de aquel hombre y lástima por Teresa.

    Salió de allí deprisa, antes de que alguno de los dos le viera.
No sabía cómo reaccionaría al encontrarse a Teresa por los pasillos de la planta, pero tenía muy claro, que no podría mirarla a los ojos sin sentir un escalofrío de repulsión. ¿Qué le habría prometido a cambio? ¿Valdría la pena semejante humillación?


12:05 PM

    Al salir del vestuario, se volvió a repetir el mantra. Plegaba y empezaba su fin de semana tan ansiado. A las 17:00 PM tenía la entrevista, la última prueba para un trabajo digno. El sábado a las 8:00 AM se reencontraría con todos sus amigos, salvo los que llegasen tarde; puesto que en todos grupos los había, y el suyo no era diferente.
Los dioses le eran favorables. No es que creyera en deidades, pero aquella expresión, simplemente, le gustaba.

_ ¡Toma! Tu nuevo horario. Ha habido modificaciones de última hora. Las quejas a Óscar, soy un mandado._ Su encargado ni tan siquiera se detuvo al entregarle la hoja.

    Tardó dos minutos en atravesar los almacenes enteros y dirigirse a las oficinas. Óscar, el tipo gordo al que Teresa le había hecho un apaño, entraba en su despacho cuando sin más le increpó...

_ ¡Perdone! Me ha cambiado el horario sin avisarme con dos días de antelación como dicta el convenio. Es ilegal, llevo más de dos meses sin un día de descanso y mi contrato es de media jornada, no...
_ ¡Me suda la polla lo que diga el convenio! Este fin de semana trabajas, ya tendrás fiesta el que viene o el otro. ¡No me jodas! Es lo que hay, si no te gusta te largas que hay miles como tú buscando curro._ Con la prepotencia que le caracterizaba, le cerró la puerta de su despacho en las narices.


15:00 PM

    En su cama, miraba el horario. Ni siquiera fue capaz de comer. Su frustración y rabia se la tendría que ahogar con la esperanza de encontrar un trabajo mejor.
Antes de marcharse, habló con el enlace sindical, pero éste no le había prestado mucha atención, se acercaba su hora de comer y no quería liarse con el papeleo. Además, según él, solo podía hacer un escrito que sería remitido a recursos humanos. No llegaría a la mesa de algún iluminado hasta el lunes. Su fantástico fin de semana se había ido por el retrete. Pero lo peor fue enterarse, por una de sus compañeras, que Teresa, no se sabía cómo, había conseguido aquel fin de semana libre, para irse al festival tecno con su novio.
Se sentía como una mierda. Sin mucha convicción se repitió el mantra:

“¡Hoy va a ser un gran día! ¡Hoy es mi día ¡ ¡Hoy voy a tener suerte!”

Aun le quedaba la entrevista. Iba a hacer todo lo posible por conseguir el trabajo, y así podría olvidarse de Óscar y de los almacenes. No avisaría y no se presentaría el sábado a trabajar. A estas alturas, el finiquito no le importaba.


16:50 PM
Oficinas centrales de MUY & TRE



    Al llegar a la puerta del moderno edificio de oficinas, respiró profundamente, hizo un par estiramientos corporales para aliviar tensiones y comprobó que su pelo y su aspecto fuese el correcto en el reflejo del cristal. Pulsó con decisión el timbre. Cinco segundos después, en lo que dudó si habría presionado el botón con demasiado ímpetu o no, la puerta se abrió de forma automática.

Una mujer joven, con una preciosa y larga melena castaña, le sonreía de forma deslumbrante tras el mostrador.
Apenas pudo balbucear su nombre delante de la chica, los cristales eran de vidrio espejados.

_ Por favor, suba las escaleras y espere en la salita del final de pasillo. El Sr. Del Monte enseguida le atenderá. _ sonrió, mostrando unos sexys hoyuelos, a la vez que los ojos se le iluminaban divertidos tras las largas y densas pestañas maquilladas.

    En la sala, decorada de forma minimalista, percibía el ajetreo típico de un viernes a la hora de plegar: voces alegres deseándose un buen fin de semana; ruido de carpetas y archivadores cerrándose; repicar de tacones y maletines de ruedas...
A las 17:00 la oficina, casi desierta, dejaba ver una hilera de mesas bien ordenadas. Un par de cubículos aun tenían luz y gente trabajando en ellos.

_¡Hola! ¿Hoyos, verdad?_ la voz amigable y alegre de un hombre rozando los treinta y pocos, rubio, alto y de ojos castaños y grandes le sobresaltó.
_ Sí._ contestó levantándose hacia la mano extendida del extraño de forma automática.
_ Me llamo David, _le apretó con suavidad_ ¿te importa que te llame Cris?_ le preguntó sonriendo.
_ No._ Al fin y al cabo, así le llamaban sus amigos y la expresión de David le trasmitía buenas vibraciones.
_ No te preocupes, todo irá bien, _ le guiñó un ojo, _ solo has llegado tú de todos los candidatos. ¡Haz lo que te pida del Monte y el trabajo es tuyo! _ se giró y dando un par de golpecitos en el marco de la puerta se fue, _ ¡Nos vemos!

De pie, sin tiempo a procesar la información, escuchó una potente y marcial voz varonil diciendo su nombre completo.

    Ricardo del Monte Ibáñez, director de MUY & TRE, llevaba cinco años en el cargo y supervisaba una a una todas las contrataciones del personal del equipo de asesoramiento.
Sobre la mesa de su despacho, abierto por el expediente académico, tenía el informe completo del posible nuevo miembro.
Poseía el Grado en Empresariales, certificado de idiomas: inglés y francés. Aquella información, aunque relevante no era la que más le interesaba; sin embargo, sí su situación personal.
Con 27 años vivía con su madre: Paquita Fernández García, viuda y pensionista (580 €/mes). Tenía tres hermanos mayores más. Raúl Hornos de 40 años, sin trabajo, llevaba más de 10 años sin haber estado dado de alta de la Seguridad Social, con residencia en otra comunidad autónoma. Lucía Hornos, muerta a los 27 por sobredosis y su gemela Mª José de 31 años, separada con dos niñas: Cristina y Pilar de 7 y 5 años respectivamente. Actualmente, madre e hijas se habían mudado a casa de la madre, la ayuda estatal de 480 €/mes no les permitía un alquiler.
Su cuadro, adecuado para sus propósitos, daba el perfil que buscaba. Pese a todo, la experiencia le indicaba que las cosas nunca salían cómo uno espera y por eso...
Decidido, cerró el informe y lo guardó. Se levantó y salió del despacho. Confiriendo a su voz un tono autoritario, pronunció su nombre en voz alta.
    Una vez en su despacho, percibía sus nervios. Le encantaba doblegar a las personas con su mirada fría y calculadora. Las escrutaba en silencio como un halcón a su presa, hasta que se revolvían nerviosas en su silla; luego empezaba con la entrevista.
_ Así que al fin se decidió a llamar._ le espetó serio.
_Sí, Sr del Monte._ contestó apresuradamente a causa de los nervios acumulados.
_ ¿Qué ha hecho que se decidiera? Tardó 20 días en llamar desde que le diera la tarjeta. _ Sabía el porqué, pero necesitaba que no se relajase.
_ Bueno, _tartamudeó_ El trabajo en los almacenes en Navidad es muy absorbente, pero MUY & TRE es una empresa emergente en su sector que...
_ Cuando quiero que me hagan la pelota, quedo con el director de mi banco._ Le cortó el discurso en seco, no pensaba dejar que se relajase ni un momento._ Repito_ haciendo hincapié en esa palabra,_ ¿por qué quiere dejar su trabajo actual y venir aquí?


    Tras unos segundos de silencio, en los que se volvió a repetir su mantra positivista, respiró hondo, intentando que no se notara –hecho que no consiguió-. Quería aquel trabajo, lo necesitaba.
_ Quiero este trabajo por las condiciones tanto laborales como económicas._ la frase salió provocándole un gran alivio.
_ ¿Qué pesa más lo laboral o lo económico?_ del Monte intuía que iba por buen camino.
_ Lo económico._ Se sinceró. No iba a mentir. Sabía que todos los trabajos tienen sus más y sus menos. En aquél, si lo conseguía, tendría un buen sueldo y todos los fines de semana libres.
_ Dinero, _ sonrió del Monte mientras se recostaba sobre el respaldo de su silla. Sabía que aquel pequeño gesto aliviaría la tensión de la sala._ Poderoso caballero es...
_ Don dinero. _ Le acabó la cita sonriendo.


    Del Monte le devolvió la sonrisa, su pequeño gorrión caía en su trampa.
_ He de comunicarle que tenemos dos ofertas: una ya la conoce, ha superado todas las pruebas y por mí puede empezar este mismo lunes.
_ ¿Y la otra?_ preguntó tras haber dejado pasar unos segundos de silencio incómodo.
_ La otra… Creo que encajará._ sentenció clavándole los ojos en los suyos._ El sueldo es significativamente superior, además de una cartera de clientes propia, porcentaje en comisiones, viajes pagados por toda Europa…
_ ¿Y la pega?_ le preguntó temiendo su respuesta.
_ La pega es, que si sigo explicándole y no acepta, se volverá a su trabajo en los almacenes._ Del Monte, enfatizó muy bien las últimas palabras.


    Durante un corto espacio de tiempo, ambos se observaron.


    Quería aquel puesto, sabía que merecía algo más y su familia necesitaba el dinero. La crisis se había llevado lo mejor de su vida, la esperanza; ahora casi la había recuperado. Un año antes de terminar la carrera murió su hermana, sus notas bajaron en picado. A punto estuvo de suspender. Un año más tarde, un infarto le arrebató a su padre. Ya no se fue de casa y siguió trabajando en los almacenes. No quería arriesgarse a verse en el paro. Para colmo de todos sus males, hacía dos años que su hermana se había separado, mudándose a casa con sus dos hijas. Las niñas le llenaban la vida de alegría y vaciaban con la misma alegría su cuenta corriente.
_ ¿De qué se trata ese segundo puesto?
_ La sociedad evoluciona, al igual que la tecnología los clientes se vuelven más precisos en sus demandas. _ Su tono conciliador y pausado buscaba convencerlo._ Como sabrá, somos una empresa que exporta todo tipo de elementos y servicios para eventos, desde la simple decoración para grandes reuniones, conferencias, fiestas privadas… hasta pequeños e insignificantes objetos que puedan colmar de felicidad a nuestros clientes._ Le dedicó una de sus mejores sonrisas._ Tenemos clientes especiales; necesitan o, mejor dicho, exigen un trato más personalizado. El trabajo de oficina es el mismo, pero habrá de ocuparse de las peculiaridades individuales por extravagantes que le parezcan. Por supuesto, durante dos meses estará a prueba. Tendrá un compañero, David Ruíz, que le enseñará todo lo necesario e irá con él durante aproximadamente unos seis meses. ¿Será capaz de hacerlo?
_ ¿Necesidades especiales?_ pronunció, de todo lo que le había explicado, hasta aquel momento, aquello no le encajaba. _ ¿A qué se refiere exactamente? ¿Irlos a buscar al aeropuerto? ¿Llevarlos de ruta turística?
_ Si es lo que le piden, yo no me meto ni en sus métodos ni en las demandas que le hagan. Para mí es una cuestión de beneficios simplemente. _ Se levantó y se sentó en el canto de la mesa, invadiendo deliberadamente su espacio vital. _ Son cuentas que nos aportan muchos beneficios, a veces no son tan importantes por temas económicos, sino por las relaciones estrategias que nos proporcionan frente a la competencia. Para este puesto buscamos jóvenes a los que les importe más la finalidad; dicho de otra forma: sin escrúpulos.
_ ¿Se refiere a sexo? ¿Habré de proporcionarles prostitutas?_ la pregunta que hacía tiempo que rondaba por su mente salió sin pretenderlo.
_ Sí, el sexo es lo que más vende, no me lo negará ¿verdad?_ le sonrió notando su confusión._ Pero nosotros buscamos un trato más personalizado, se lo comento por lo de las prostitutas. Hay clientes que no les gustan, otros, en cambio, quedarán encantados. Pero eso ya lo irá viendo con David.


    El despacho, de repente, se hizo pequeño y asfixiante. Notaba la presencia del Sr. Del Monte demasiado próxima y la información sobre cómo actuar con los clientes “especiales” le habían dejado una extraña sensación de ahogo. Se lamentaba no haber cogido la primera opción. Ahora si se negaba tendría que volver al almacén con todo lo que eso conllevaba...

_ Bien_ tras un carraspeo_ ¿Qué opina hasta ahora?
_ Opino…_ con la vista perdida entre las baldosas del suelo_ que tendría que haberme quedado con la primera opción_ se revolvió en su silla.
_ Puede irse cuando lo deseé_ Le desafió del Monte con la mirada.
_ No he dicho que rechace la oferta, solo que no era lo que esperaba, nada más._ Por primera vez en toda la entrevista contestó con determinación.
_ Muy bien. Bienvenido a MUY & TRE._ le extendió la mano.
_ Y… ¿ya está?_ preguntó estrechándose la.
_ No. Le queda la última prueba._ Su mirada se volvió oscura_ La que me demostrará qué tan leal va a ser.


    Del Monte, lentamente, dirigió la mano con la que habían cerrado el trato, al botón de sus pantalones; acariciando juguetonamente la pieza de metal: redonda y de color añil. Entreteniéndose curioso, al bajar la cremallera, en la expresión de su rostro: una mezcla de terror y repulsión. Unos bóxer, Calvin Klein, negros aparecieron bajo la tela azul de los pantalones del traje de Armani. Con la ayuda de la otra mano se bajó ligeramente la prenda de ropa interior. Primero introdujo los pulgares bajo la cinturilla elástica y poco a poco fue dejando al descubierto un pene que se iba poniendo erecto por la excitación del momento.
Se acarició los testículos y empezó a estimularse con la mano. No tardó en alcanzar su tamaño real.
_ Su turno_ la voz ronca le delató. Se sentía completamente excitado por lo que iba a suceder. Algo que para él iba más allá del sexo... Era control, poder sobre otras personas.


“¡Hoy va a ser un gran día! ¡Hoy es mi día! ¡Hoy voy a tener suerte!” Se repitió sin saber qué hacer. Tenía ganas de llorar. Al final todo en la vida se reducía a eso... “Chupársela al jefe”.
Con los ojos clavados en el pene y en el movimiento hipnótico de su mano, no se movió cuando éste se acercó. Al notar la punta del glande: húmedo y caliente, en sus labios; los abrió. Un ligero escalofrió le recorrió por la nuca al percibir su sabor. Del Monte puso una mano en la parte posterior de su cabeza y la otra en su hombro. Lo único que pudo hacer para frenar la fuerte embestida fue: pararla aferrándose a la mesa. Después le estiró del pelo, echándole la cabeza hacia atrás.
_Puedes empezar cuando quieras_ le sonrió.


    Al volver a meterle el pene en la boca, duro y erecto del todo, cerró los ojos. Tímidamente pasó la lengua, acompañándola en su recorrido.
_ Muy bien_ susurró_ Vamos, sabes hacerlo mejor, _con la mano, guiaba su cabeza._ Succiona la punta._ Le ordenó.

Obedeciéndo empezó a succionar; primero sin mucho acierto, no conseguía seguir el ritmo. Pero del Monte se percató y, ralentizando sus embestidas, sin quitarle la vista de encima, esperó a que se amoldara a su frecuencia.


    Del Monte emitió un gemido de placer que le recorrió el cuerpo, después de los nervios y la tensión acumulada las últimas semanas, a causa de los preparativos de aquella entrevista, al fin podía relajarse.
Como le gustaba el tacto rasposo y húmedo de la lengua en su glande, y la sensación cuando se la succionaba. Se empezaba a soltar, y al igual que ésta, había entrado en el juego. Ya no le apretaba ni guiaba la cabeza. Disfrutaba admirando su dominio. Le había revuelto el peinado. Su presa mantenía los ojos cerrados. De tanto en tanto le estiraba de pelo hacia atrás para que los abriera y le mirase. Después se la sacaba de la boca llena de saliva y se volvía a meter, a veces suavemente... otras no tanto. Quería que los mantuviera abiertos para que viera lo que estaba haciendo. Rompería cualquier resquicio de dignidad. Se aseguraría que siempre hiciera lo él quisiera.
Al pensar en aquello y con la imagen de su polla entrando y saliendo de su boca se corrió, impidiéndole con fuerza que se separara y descargando las ráfagas de semen contra su paladar.


La segunda parte el 1 de abril.
No te la pierdas... La Entrevista II



Este relato ha sido escrito por Roberto García @TintaDePlanta
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viernes, 14 de marzo de 2014

Literatura Erótica


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